martes, 29 de enero de 2013

ESA CARTA DE AMOR...



 
         Me llegó el rumor de que Correos está quitando los buzones de las calles. Los arrancan del asfalto y se los llevan a un almacén. Los buzones, al parecer, ya casi no se utilizan, porque la parroquia se ha lanzado de cabeza al correo electrónico, a los mensajes a través de Facebook y al whatsapp. Y un buzón no es sólo un elemento que está ahí sin hacer nada, sino que necesita un mantenimiento, un cariño, una atención personalizada, como mínimo una vez al día. Para los empleados de Coreos encargados de la recogida postal, el buzón es como una novia a la que no puedes desatender. Debes visitarla a diario, abrirle las entrañas y descubrir que, efectivamente, la belleza está en el interior. Años ha, la belleza consistía en centenares, sino miles, de cartas  y postales pintorescas que transmitían mensajes de amor y de odio, de simpatía o de antipatía, de recuerdo, de nostalgia, de puesta al día de los asuntos propios para amigos y conocidos. Ahora, un empleado abre la trampilla y en el saco sólo encuentra un puñado de sobres que, a simple vista, no tienen demasiado interés. Y como el servicio de Correos es deficitario, como muchos de los servicios del estado, y tiene que aplicar sus recortes, pues se ha decidido que muchos de los buzones ya no tienen razón de ser, porque el hecho de mantenerlos en funcionamiento resulta demasiado caro.


    La Sociedad Estatal de Correos y Telégrafos dispone de 30.200 buzones repartidos por todo el territorio español. En Barcelona hay 600, de los cuales se van a eliminar 120. Según un portavoz, no todos estos 120 van a desaparecer completamente; algunos de ellos sólo sufrirán un traslado y se colocarán en puntos estratégicamente mejor situados, para optimizar resultados. Los que están muy cerca de alguna de las 41 oficinas de Correos que hay en la ciudad sí que desaparecerán, porque se entiende que estas oficinas ya cumplen con la finalidad de depósito de misivas. Económicamente hablando, todo ello tiene su lógica.

        Pero en la vida no todo es economía, aunque en estos tiempos convulsos no se hable de nada más. Está la cuestión sentimental de la desaparición de los buzones. Para la gente de una cierta edad, el buzón siempre fue un objeto amigo que, si la cosa sigue así, pronto pasará a formar parte de nuestra arqueología urbana, como bien apuntaba mi amiga Victoria. Y además, algunos de los buzones desaparecidos y emplazados en otros lugares ya no son los mismos sino que han sido substituidos por un modelo de plástico amarillo que, amargamente, nos recuerda a los contenedores de reciclaje de residuos que ahora están en boca de todos gracias a una infame campaña de publicidad.

        Pero, como decía, seguramente todo responde a una lógica. Quizás el correo postal ya no sea más que un residuo. Un fenómeno residual de cuando la gente se relacionaba sin tanta prisa, sin tanta inmediatez. De cuando los amantes se carteaban y plasmaban sus sentimientos, sus anhelos y desdichas en una hoja de papel que tardaba unos cuantos días en llegar a su destino, y unos cuantos días más en ser respondida. Muchas veces, al depositar la carta en el buzón más cercano, besabas la misiva con el anhelo de que el beso llegara lo antes posible a su destinatario, antes de introducirla en una de las dos ranuras posible (Barcelona-Capital o Provincias-Extranjero). Y luego te disponías a esperar una respuesta “a vuelta de correo”, es decir, esperabas que tu amigo, o tu amante, o quien fuera, al leer la carta o la postal respondiera inmediatamente y corriera lo antes posible a facturarla en su buzón más próximo. Cuántas cartas de amor y de amistad se han sumergido a lo largo de las décadas en los 30.200 buzones que hemos tenido a mano en las más diversas circunstancias. Cuántas misivas secretas, cuántas promesas incumplidas, cuántos buenos y malos deseos.

       Ahora ya no es así. No hay demora, todo es instantáneo. Los deseos, los compromisos, las rupturas, se comunican de forma inmediata a través de un click. No puedes besar un email. Lo lees y lo archivas, y algunas veces, incluso, se te borra del ordenador. La mayoría de los ciudadanos no se percatarán de que un par de operarios están, ese día, arrancando un buzón del asfalto para trasladarlo a un almacén, porque hace mucho tiempo que no lo utilizan, si es que lo han hecho alguna vez.