jueves, 12 de enero de 2012
¡DIOS, QUÉ OBSESIÓN!
Nada, que pensaba tirarme unos cuantos días más sin escribir otro post, pero la realidad es implacable. Abro el periódico "Público" y me encuentro con el titular de que el obsipo de Córdoba, Demetrio Fernández, anima a "huir de la fornicación", porque considera que la incitación a esta práctica perversa "es continua" en los medios, el cine, la televisión y las escuelas. Algunas escuelas, matiza (las laicas, claro está).
Me río, naturalmente, y al mismo tiempo me asombro de la coincidencia del pavor al fornicio del señor obispo de Córdoba y el de un sacerdote que pillé en un canal de televisión por cable en Costa Rica, hace pocos días. El cura en cuestión es el padre Santiago Martín, madrileño por más señas, que tiene un programa de adoctrinamiento cristiano en la cadena EWTN (Eternal Word Television Network), el canal católico más grande del mundo. El buen padre, ante mis asombrados ojos, se pasó todo el programa aconsejando a los jóvenes que no tuvieran jamás relaciones prematrimoniales, porque ello les llevaría, sin remedio, al divorcio, ¡oh pecado de los pecados!. El argumento era el siguiente: el noviazgo (¿comorr?) es una época para conocer al otro y conocerse a uno mismo; si uno se dedica a follar, no llega a conocer al otro y luego pasa lo que pasa: que una vez casados, cuando llegan los hijos, los problemas y las dificultades, y con la actividad sexual atenuada, uno decide divorciarse y mandarlo todo al carajo. Por lo tanto, según el padre Martín, la culpa de la alarmante tasa de divorcios urbi et orbi la tiene el incontenible afán de los jóvenes de follar urbi et orbi, a tutti pleni y a tutti quanti. Pasmada me quedé, y el pasmo sólo se me pasó cuando al fin una carcajada franca y prolongada me libró de él. Y el curita seguía, dale que dale: "Chicos, no penséis que digo esto sólo para fastidiaros, porque ya que los curas no podemos dar rienda suelta a nuestros instintos carnales, pues tampoco queremos que gocéis vosotros, no; nuestro único afán es que, en el futuro, no os divorciéis".
¡Dios (nunca mejor dicho), qué obsesión! Yo soy una persona mundana, de cierta edad, viajada, muy sociable, conozco infinidad de personas de todas clases y de todas las procedencias posibles y, la verdad, en muy pocas ocasiones me he encontrado con individuos tan enfermizamente obsesionados con el sexo como los curas. ¿Pero por qué, Señor? Gente que ha abrazado el celibato, que vive en un mundo aparte y aislado de lo que es la sociedad normal, que no tiene ni idea de lo que es la pareja ni la convivencia, ¿por qué se atreve a darnos consejos con esta desfachatez, y sobretodo, cómo osa intentar impedir que la gente se lo pase de narices uniéndose carnalmente (por decirlo de una manera sobria) donde, cuando y con quien le dé la gana?
¡Ay! Otro gallo nos cantaría si la iglesia católica decidiera de una vez por todas admitir que follar es guay, que la gente se lo pasa de coña, y que quizás si los curas pudiesen practicar abiertamente esta "perversa" actividad, la humanidad entera se libraría de cientos de miles de actos mucho más perversos que el juego del Teto entre los jóvenes, como las violaciónes y los abusos reiterados de menores en centros de enseñanza católicos de todo el mundo, donde, eso sí, los curitas pontifican sin parar acerca del peligro de caer en las tentaciones de la carne.
Yo tengo la impresión de vivir en un mundo alejado mil órbitas del mundo del padre Martín y del obispo de Córdoba. Pero enfin, ahí están ellos, haciendo su labor. Ahora bien: el dato significativo, para mí, sería saber cuántas parejas en las que los dos miembros se declaren católicos, admitan haber llegado al matrimonio sin haber tenido relaciones sexuales anteriormente. No creo que exista el dato, pero si alguien lo tiene, por favor, que me lo haga llegar.
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