jueves, 29 de abril de 2010

PERÒ NO CAL


Estamos en la semana de la dieta. Ya lo dije una vez, pero no me lo publicaron. Las tres cuartas partes de la población mundial pasa hambre sin querer, y el otro cuarto pasa hambre para ponerse el bikini. Unos mueren con el vientre abultado (síntoma de desnutrición) y otros con el vientre bien plano. Cuando yo era pequeña, ser delgadito estaba mal visto. A mí en casa me llamaban "cerilla", en catalán "misto", porque yo era todo huesos, y porque mis estupendos cuidadores, educadores y proveidores (mis tíos) no renunciaron a su lengua materna (el catalán), que también estaba mal vista. Por eso, y debido a mi exagerado sentido del deber, cuando alguien me preguntaba: "Y tú, nena, ¿qué quieres ser de mayor?", yo respondía: "Gorda". Se entendía igual en catalán que en castellano.

Lo de la dieta viene al caso porque todas las chicas a las que conozco, y son bastantes, están haciendo dieta. Van a un sitio donde hay médicos y médicas que las pesan, las analizan y las miden. Se reúnen luego los médicos y las médicas, y dictaminan que Fulanita debe perder X ó Y kilos, en un período de tiempo t ó T. Y como aquí no nos gusta pasar hambre, porque está mal visto, y menos aún resolver ecuaciones matemáticas, pues nos recetan unas "ayuditas" convenientemente envasadas en forma de píldoras o de papillas, según la edad. Yo todavía no lo he probado (pero lo voy a hacer, porque no se puede hablar sin conocimiento de causa). El método más popular, este año, es un régimen bautizado como "método Pronokal". Se ve que funciona, oiga usted. Yo ya les informaré de cómo va la cosa.

Aparte de ser la semana de la dieta, también es la semana de reflexión (en TV3, la tele catalana, que no está mal vista, sino que la ve todo el mundo, vean si no los estudios de audiencia) sobre el uso del tiempo. ¿Cómo empleamos el tiempo de que disponemos, los que disponemos de él? El asunto ha quedado claro: las mujeres, yendo al súper a reponer existencias y criando a las criaturas, y los hombres viendo los partidos de fútbol y preguntando si está lista la cena. Esto es así. Los de TV3, sin embargo, han logrado suscitar, entre anuncio de Tena Lady y anuncio de KukiDent, el siguiente debate: "No tenemos tiempo para pensar que no tenemos tiempo". Eso, ¿es bueno, o es malo? No lo sabremos hasta dentro de unos años, por supuesto. Será cuando nuestros hijos, expertos en alineaciones futbolísticas, bien alimentados y libres de complejos por sobrepeso, nos hayan aparcado convenientemente en un "hogar" cuyo producto desinfectacte eliminará cualquier olor corporal digno de ser olfateado.

2 comentarios:

  1. Efectivamente, el asunto del peso corporal y de la dieta en su sentido más amplio se está tornando en un problema 'gordo' en las sociedades como la nuestra, llamémoslas desarrolladas o -algo caprichosamente- el mundo occidental. Como muy bien indicas, para la mayoría del género humano la nutrición supone un problema acuciante, una cuestión de supervivencia o un grave problema de salud cuando menos, que tiene profundas raíces en la pobreza y la desigualdad, y que se puede resumir como un problema de carencia, de nutrición insuficiente. Al mismo tiempo, en las sociedades más ricas aumenta la preocupación sobre nuestro propio problema nutricional, que es por exceso: es una de las paradojas crueles que la Humanidad no ha sabido resolver aún.

    Si nos ponemos a -utilizando otra figura de lenguaje que viene al caso- contemplar nuestro propio ombligo, centrándonos en lo que ocurre a nuestro alrededor, en las sociedades ricas de Europa occidental y Norteamérica, el problema por exceso, la sobrealimentación, salta a la vista y es detectado en innumerables estudios que correlacionan la alimentación excesiva e inadecuada con diversos transtornos de la salud, los cardiovasculares por sólo citar un tipo. Colectivamente, comemos demasiado y mal en relación a la escasa actividad física que llevamos a cabo y este balance entre ingresos y gastos no cuadra: en términos energéticos, el aporte es desproporcionadamente superior al consumo para cada vez más personas. Más preocupante aún es el dato de que el desequilibrio se agudiza y se extiende entre los más jóvenes y los niños, lo que augura futuros problemas de salud para sectores aún más amplios de la sociedad. Hay, por tanto, razones objetivas para considerar que tenemos, como sociedad, un problema en este terreno.

    Otro aspecto que complica el asunto es que la valoración estética del aspecto físico personal es un factor al que damos considerable importancia en relación a la percepción de nuestro propio bienestar individual, y también es un ingrediente importante en las relaciones sociales. Nos miramos al espejo y valoramos si nos gusta o nos desagrada lo que vemos, pensamos en cómo nos verán y valorarán los demás; miramos a los demás y formamos también un juicio estético sobre ellos. Este aspecto de la cuestión es esencialmente subjetivo, a diferencia del anterior; está determinado por una compleja interacción entre los criterios estéticos individuales y los colectivos o culturales. A ello hay que añadir que los hábitos culinarios y gastronómicos también se sitúan en el terreno cultural y, por tanto, en el ámbito subjetivo: qué comemos, cómo lo guisamos, cómo lo obtenemos y consumimos son características culturales que nos definen tanto como el idioma o el vestido.

    Espero estar acercándome a una conclusión, os pido paciencia :)
    La interacción, o el cruce, entre los determinantes objetivos (balance energético, afectación de la salud individual y colectiva) y los subjetivos (estéticos, culturales) genera, en las sociedades ricas, un problema adicional: lo objetivo y lo subjetivo no encajan del todo entre sí, no apuntan siempre en la misma dirección. Puede parecer que a veces sí lo hacen (por ejemplo: el sobrepeso y la obesidad no son 'buenos' objetivamente y no son 'bellos' subjetivamente), pero otros factores distorsionan nuestra capacidad de optar por lo que más nos conviene. Estos factores distorsionantes son, a su vez, tanto objetivos (disponibilidad de tiempo para hacer ejercicio o para cocinar y comer adecuadamente) como subjetivos (presión social de la moda, estereotipos de belleza, tradiciones culturales), y es toda esta maraña de factores la que empuja a la gente a comportamientos incongruentes como las dietas estacionales del bikini, los buenos propósitos de Año Nuevo, calzar tacones desmesurados o a atiborrarse de pizza en el sofá ante la tele.
    (sigue)

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  2. (continúa)
    ¿Hay solución? En mi opinión, sí, y la solución a tanta complejidad es, paradójicamente, más sencilla de lo que cabría esperar. Siempre desde mi punto de vista, ante la complejidad es conveniente buscar un asidero en el conocimiento objetivo, del mismo modo que para viajar y orientarse en un territorio difícil es conveniente, o en todo caso muy útil, recurrir a un mapa. En el caso que nos ocupa, el mapa al que acudo lo proporciona la Fisiología, que nos da una referencia objetiva de cómo funciona el organismo en condiciones de salud, y permite determinar cuándo nos alejamos de ese estado saludable, momento en que se necesita el consejo o la intervención médica. Mientras nos movamos dentro de esos límites de lo saludable, tenemos un margen bastante amplio para ajustar nuestras opciones estéticas y nuestros hábitos sociales e individuales. Un cáculo sencillo que nos indica nuestra posición respecto a esas referencias fisiológicas, por lo que se refiere al eje 'estar gordo/estar delgado' es el Índice de Masa Corporal (IMC), que establece una relación entre el peso corporal y la talla, situando el valor obtenido en una serie de intervalos (peso insuficiente, peso adecuado, sobrepeso, obesidad). No se trata de un veredicto incuestionable, sino de unas referencias obtenidas por medios y estudios análogos a los que establecen valores de referencia para la presión arterial, por ejemplo, y cuya validez es refrendada por diversas organizaciones médicas y científicas y por la propia Organización Mundial de la Salud. Ver: http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%8Dndice_de_masa_corporal

    Una referencia adicional, que me parece excelente por su valor divulgativo, es un articulo titulado 'Unhappy Meals', de Michael Pollan, publicado hace un par de años en el New York Times, y que el autor resume en el lema: "Eat food. Not too much. Mostly plants." Son una docena de páginas que recomiendo leer y que aclaran que lo de 'comer comida' no es una perogrullada, sino que alude a la distinción entre los alimentos procesados industrialmente y los obtenidos lo más cerca posible de la fuente natural. Ver: http://www.nytimes.com/2007/01/28/magazine/28nutritionism.t.html

    ...Y ya no me queda tiempo para hablar del tiempo. ¡Otra paradoja! :)

    Salud y fortuna,
    Syrius

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