lunes, 19 de diciembre de 2011

AYER FUE UN GRAN DÍA


Ayer fue un gran día. La Marató de TV3 consiguió recaudar, a lo largo de 16 horas de programa, más de 7 millones de euros para fomentar la donación de órganos e invertir en mejorar los progamas de transplantes. Yo trabajé más de 20 años en TV3, y por eso La Marató es un programa muy especial para mí. Pero lo es, igualmente, para cientos de miles de ciudadanos de este país que, año tras año, se vuelcan en este programa organizando múltiples actividades (1.650 en todo el territorio) para recaudar fondos, en cada comunidad, en cada barrio, en cada pueblo, en cada ciudad. Clubes de todo tipo, asociaciones, gremios, grupos de amigos...la gente de nuestro país da todo lo posible, y lo imposible, por una causa noble. En estos tiempos tan difíciles, en los que cualquier tendero te comenta que le desbordan las peticiones de hacer llegar sus sobras a los múltiples comedores sociales que se han montado en el barrio; en los que durante un simple paseo por una ruta boscosa cercana a los límites de la ciudad descubres a personas viviendo a la intemperie, intentando camuflarse entre los árboles...en estos tiempos, los ciudadanos de este país han contribuído con 7 millones de euros a la causa del transplante de órganos. Confieso que sólo pude ver el programa de TV3 un ratito. Y sólo lo pude ver un ratito porque, desde hacía días, lloraba como una magdalena cada vez que veía cualquier anuncio del evento. Y eso que reconozco el esfuerzo de la televisión pública catalana para no incidir excesivamente en el dramón lacrimógeno que, sin duda, activa el tecleo de las cifras mágicas de la recaudación telefónica (o internauta), pero me es imposible alejarme emocionalmente de las personas que relatan sus casos, sus problemas, sus angustias, sus miedos. Estuve atenta, pues, un par de horitas después de cenar, y me fui a dormir con la satisfacción de pertenecer a un pueblo que es capaz de esta gesta: en los tiempos que corren, donamos 7 millones de euros para ayudar a algunos de los que lo necesitan.

Cierto es, también, que mi orgullo de catalana se había alimentado, a media mañana, con el esplendoroso triunfo de mi club, el Fútbol Club Barcelona, en el Mundial de Clubes que disputó en Japón frente al Santos de Brasil. No fue simplemente el hecho de ganar; fue el orgullo de ver a un equipo maravilloso jugar de manera maravillosa, con jugadores maravillosos (todos), a un deporte maravilloso que hizo gozar a todo un planeta un domingo maravilloso de diciembre del 2011.

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