martes, 15 de marzo de 2011

PERIODISMO, OTRA VEZ


No puedo resistirme a hablar de periodismo, otra vez. Para bien y para mal. Para bien: me emociona leer los numerosos artículos publicados en La Vanguardia dedicados al recientemente fallecido Joaquim Ibarz, que fue corresponsal en América Latina de este diario durante 30 años. Ya sé que se suele hablar bien de los que acaban de morirse, aunque sea sólo por educación, pero en este caso a mí me da que los elogios son sinceros. Compañeros de profesión, políticos, artistas, empresarios, simples ciudadanos que han enviado cartas al director, viejos y jóvenes, todos han descrito a un hombre bueno. Bueno en lo personal y bueno en su profesión. No he tenido el placer de conocer personalmente al señor Ibarz, aunque sí de leerlo, pero me gusta mucho lo que dicen de él. Limitándome al terreno profesional, dicen que contaba las cosas tal como eran, sin florituras ni abalorios y siempre basándose en su propia experiencia (nada de quedarse en el hotel viendo qué pasaba en la tele). Como decía un compañero, a Ibarz le gustaba contar con frases de sujeto, verbo y predicado. Además, no se doblegó jamás ante el poder y criticó los desmanes de dictadores de toda clase, de izquierdas y de derechas, incluso cuando a algunos de esos dictadores se les daba bula por nuestros lares. Sus artículos, pues, le supusieron en muchas ocasiones ser expulsado de los países que cubría, pero ese mismo compañero de redacción explicaba cómo Ibarz les comunicaba las censuras y las expulsiones a las que se veía sometido con extrema timidez, casi como pidiendo perdón y sin querer que en el periódico lo supieran. ¡Qué diferencia con los reporterillos de hoy, que buscan muchas veces ser ellos los protagonistas de las noticias y que, al más mínimo estruendo, se apresuran a empezar sus crónicas citando sus cuitas: "Acaba de explotar una bomba a 100 metros de aquí y estoy confuso y lleno de polvo..." . Ibarz era un periodista de raza, un auténtico de los de verdad.

Quien no podrá jactarse jamás de pertenecer a esa clase es un tal Alcalá, periodista de la cadena Cope, que sin ningún tipo de criterio acusó ayer de dopaje a los futbolistas del Barça con la supuesta connivencia de preparadores físicos y entrenadores. Duele, sí, duele mucho, y más a la prensa deportiva madrileña, que el Barça sea tan bueno, y el objetivo es ensuciar sus triunfos como sea. Según Alcalá, las informaciones le llegaron del entorno del Real Madrid. Ante el tamaño del escándalo provocado, el secretario de Estado para el Deporte ha dicho que en España los controles antidopaje del fútbol cumplen punto por punto lo que marcan la Agencia Mundial Antidopaje, la FIFA y la UEFA, y el mequetrefe Alcalá, ante la imparable bola de nieve (o mejor dicho, de mierda), pidió perdón por sus acusaciones y se acusó de pardillo o de ser utilizado por el Madrid: "No me invento nada, a mí me hacen llegar una información y la transmito". ¡Pero hombre de Dios! ¿Usted no sabe que en periodismo, antes de "transmitir" una información, hay que cerciorarse de su veracidad, y más si cabe en caso de informaciones sensibles? No, no lo sabe. Porque no es periodista ni nada que se parezca.

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