viernes, 4 de febrero de 2011

PERDONEU, PERÒ ALGÚ HO HAVIA DE DIR


Con alegría me entero de que Joan Roura, periodista de TV3 Televisió de Catalunya, ha decidido quedarse en El Cairo para seguir informando de la revuelta popular en Egipto. La mayoría de periodistas españoles y catalanes que se desplazaron en las últimas horas al convulsionado país están siendo, en estos momentos, repatriados, apenas 24 horas después de su aterrizaje.

Entiendo las razones de la dimisión de esos periodistas. La violencia se ha centrado en los últimos días en los corresponsales y enviados especiales de los medios de comunicación extranjeros (obedeciendo a la táctica de "matar al mensajero"...). No hay que poner en peligro la integridad física para poder informar, y seguramente yo habría hecho lo mismo que los periodistas dimisionarios. Pero es que yo no me considero, para nada, "corresponsal de guerra", aunque he estado en alguna guerra y, francamente, lo pasé muy mal. Por lo tanto, repito: entiendo la actitud de los que se largan a las primeras de cambio. Pero lo que no entiendo, y no acepto de ninguna de las maneras, es que esos mismos periodistas intenten cubrirse de gloria relatando sus miserias. Que quieran quedar como héroes de guerra cuando la realidad es que, de héroes, no tienen nada. Que multipliquen sus apariciones en directo y chats en los medios relatando su penoso trayecto rumbo al aeropuerto para volver a casa. Por ahí sí que no paso.

La competencia mediática causa estragos en la profesión, y los medios deciden enviar equipos monumentales para cubrir acontecimientos como éste. Pero no todo el mundo puede ser corresponsal de guerra; para ello se requieren cualidades muy específicas. Por eso sólo se quedan los que se quedan.

En 2010, según Reporteros sin Fronteras, 51 periodistas murieron ejerciendo su profesión, otros 51 fueron secuestrados, y 535 fueron detenidos.

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