jueves, 30 de abril de 2009
Mi primo Paco tiene 73 años. Es y ha sido siempre una persona tranquila, centrada, equilibrada. Abogado de profesión, culto, viajero e inteligente. Sólo le pierde una cosa: el Barça. Yo sabía que era "culé", pero no sabía que lo era tanto. Como todos los aficionados de este equipo de fútbol, la presente temporada ha disfrutado de lo lindo con el juego de los hombres de Guardiola, los portentosos "Hombres G" conocidos en todo el mundo.
Su mujer me comenta que, desde siempre (llevan casados 50 años: enhorabuena), si el Barça empata o pierde, Paco no cena. Lo pasa tan mal que no cena, y eso que a él, desde siempre, le gusta comer y cenar bien. Paco goza de buena salud, está en forma, pero eso no quita que, en los últimos años, haya tenido algún que otro susto con ingreso hospitalario incluído.
Ya el fin de semana pasado, Paco estaba inquieto. En sólo siete días el Barça jugaría contra el Valencia, el Chelsea y el Real Madrid en partidos transcendentales para la consecución de los títulos de Liga y Champions. En Valencia, el Barça empató en las postrimerías del partido, a duras penas, pero lo peor del fin de semana fue la posterior victoria del Madrid en Sevilla, que sitúa a los merengues a sólo 4 puntos de los azulgrana. A Paco, que no cenó ni el sábado ni el domingo, le entraron todos los males y, precavido como es, pensó que no resistiría la "semana grande" del Barça-Chelsea y el Real Madrid-Barça sin ayuda. Le preocupó que su corazón se resintiera ante tanto nervio y tanta angustia vital. Y decidió dar un paso que no había dado en su vida: desde el lunes está con Trankimacín. Ya ven, 73 años al pie del cañón, pero ahora no hay Moreneta que valga: sólo el ansiolítico. Se ve que el "fúmbol" es así y tiene estas cosas.
Ayer vi a Paco, y le vi bien. Contenido. Aunque hablamos un poquito del Barça, desvió enseguida la conversación hacia otros derroteros. El Trankimacín funciona. Parece ser que Paco resistirá.
¿Cuántos habrá en su misma situación? Yo quiero que gane el Barça el sábado al Real Madrid porque soy "culé", pero sobretodo quiero que gane porque no deseo visitar a mi primo Paco en el hospital. "Tot el camp....és un clam...som la gent blaugrana...".
lunes, 20 de abril de 2009
Creo que hoy voy a ser políticamente incorrecta. O socialmente incorrecta. O solidariamente incorrecta. Porque quiero hablar de la aerolínea norteamericana United Airlines, que ha implantado una norma que obligará a los pasajeros obesos a pagar el importe de dos billetes, en vez de uno. ¡Qué barbaridad! pensará más de uno. ¿Es que uno ya no puede ser gordo y desplazarse en avión sin pagar un sobrecoste?
Yo estoy de acuerdo con esta norma. Y para estar de acuerdo conmigo hay que hacer un ejercicio de imaginación: hay que pensar en los gordos-gordos americanos, no sé si me entienden. En esos gordos y gordas sobrenaturales que invaden las calles ( si es que logran salir de sus casas) de Nortemérica. Según las estadísticas, el problema de la obesidad excesiva afecta ya a un tercio de la población de los USA. Insisto: no son sólo gordos, son obesos excesivos que gastan tallas xxxxxxl y que apenas pueden moverse.
El pasado verano viví en carne y hueso esta experiencia: la de viajar en avión con una de estas personas. Se trataba de un vuelo nocturno de varias horas de duración, entre San Francisco y Minneápolis. Al mal humor de tener que acudir al aeropuerto a una hora imposible de la madrugada para aprovechar aquella tarifa low cost, se le unió el terror de ver que una obesa súper obesa disponía de una tarjeta de embarque en mi misma clase, la turista. Durante la larga espera para el embarque, yo, que soy atea, me descubrí rezando a todos los santos habidos y por haber para que aquella monstrua no se sentara a mi lado. Cuando empezaron a llamar por filas, descubrí aterrorizada que las posibilidades de que tal cosa sucediera aumentaban a medida que el resto de los pasajeros embarcaban antes que nosotras. Cuando finalmente accedimos al avión, casi me puse a llorar cuando comprobé que, por suerte o por intervención divina, la señora se sentaba dalante mio. Le tocaba ventanilla. A duras penas avanzó por el pasillo y pidió paso a sus compañeros de fila, que la miraban espantados. Intentó sentarse, pero no cabía. No cabía, simplemente no cabía en el asiento. Su vecina la miraba atónita, y en un momento de generosidad le ofreció a la gorda levantar el reposabrazos que las separaba para que pudiera acomodarse mejor. El resultado fue que la mujer obesa casi aplastó a su vecina con sus carnes, y que siguió aplastándola durante todo el viaje. Yo no sé qué habría hecho si me hubiera tocado a mí, la verdad. El avión iba lleno hasta los topes, no había posibilidad de cambiar de asiento. Y entonces ¿qué?, ¿te toca aguantar a la obesa porque sí, y ya está?
Los gordos obesos tienen derechos, claro que sí, pero los que no lo son, también. Que vuelen todo lo que quieran si les da la gana, pero si su volumen corporal, atiborrado de comida malsana, ocupa dos asientos de clase turista, pues que paguen dos asientos.
Son enfermos, opinarán algunos. Sí, pero también lo es una persona que compulsivamente tiene la necesidad de pellizcar a la persona que tiene al lado, y seguro que a ésta no se la dejaría volar.
miércoles, 8 de abril de 2009
Como estoy ociosa, a veces hago zapping en la tele. Ayer topé casualmente con un programa de Telecinco, en el cual unas reinonas femeninas deben escoger a un aspirante a "pareja" entre varias posibilidades. La mayoría de aspirantes tienen pinta, para que nos entendamos, de portero de discoteca. Mucho músculo, mucho tatuaje, mucho pelo pincho engominado o, al contrario, calvas perfectamente afeitadas; mucho pendiente brillante en los pabellones auditivos, y poco discurso. Mucha labia, eso sí, pero poco discurso. También es verdad que en este concurso no se prima el discurso, sino más bien el exabrupto, el ataque gratuito, el espectáculo.
Bien, pues de repente apareció un aspirante nuevo. Un chico guapo, elegante, educado. La presentadora dijo que era de origen armenio, que su familia había peregrinado por muchos países hasta establecerse, hace unos años, en Sevilla, y que el chico en cuestión hablaba cinco idiomas. Él habló un poco con las chicas, mostrándose agradable, y no le dio tiempo para más: inmediatamente, varios de los aspirantes empezaron a atacarle. Lo que más le echaron en cara, ojo al dato, era la cuestión de los idiomas. "Oye, tú, ya que sabes tanto, ¿porqué no sigues viajando y aprendes más idiomas, que parece ser lo que te gusta? Te lo digo porque en nuestro país no se te ha perdido nada". Otro: "No, si en fondo está bien, porque ya se sabe que en temas de sexo, la lengua es muy importante". Etcétera. Me quedé pasmada, pero como últimamente me pasmo cada cinco o diez minutos, pasé del tema.
Por la noche, ya metida en cama, volví a zapear y me topé con "Singulars", un nuevo programa de Canal 33. El entrevistado era el teólogo Hans Küng. Ni la teología ni la religión son temas que me entusiasmen, y por tanto pensé que aguantaría un par de minutos. Pues bien, ese señor me cautivó. Cuánta sabiduría, cuánta inteligencia, cuánto esfuerzo y cuánto trabajo encerraba su discurso. El hombre se expresaba muy correctamente en castellano, aunque con alguna dificultad esporádica. El presentador, amablemente, explicó que el señor Küng habla diez idiomas y, para facilitarle el desarrollo de sus ideas, le invitó a expresarse, si lo deseaba, en inglés, lengua en la que es más fluído. Kúng así lo hizo. Dijo un par de frases en inglés, y volvió inmediatamente al castellano. Admirable. Lejos de amedrentarse, adoptó la posición de seguir en castellano, en honor a su público, porque además de que ha estudiado esta lengua durante años, su nivel de expresión es más que correcto. Decidió sacar provecho de su esfuerzo, y lo hizo muy bien. Küng tiene 81 años, y no le escuché decir ni una sola tontería o nimiedad.
Da gusto escuchar a las personas que "saben" cosas, la verdad. No tienen que ser grandes eminencias. Simplemente deben tener un discurso coherente, elaborado y justificado.
Me acosté tan ricamente, y he soñado con los angelitos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)