Siempre me
ha gustado comer mirando las noticias en la tele. Te sirves la comida, te sientas
a la mesa, enciendes el televisor, y te enteras de lo que ha dado de sí la
jornada. Desde hace unos cuantos meses, por circunstancias diversas, comparto
este momento, al mediodía, con mi hijo pequeño, que tiene 20 años. Solemos hablar
de la actualidad, comentamos las
noticias, opinamos sobre si esto o aquello nos parece bien o mal, discutimos
acerca de quién tiene, o no, razón sobre este o aquel asunto. Son comidas
animadas, a veces hay discusiones acaloradas (interrumpidas, eso sí, por la constante
interferencia de whatsapps, mails, mensajes de facebook y otras mandangas que
nos llegan a nuestros múltiples dispositivos móviles.) que en ocasiones se
prolongan durante la sobremesa. Lógicamente, mi hijo tiene opiniones que a
menudo difieren de las mías, aunque me sorprende, en realidad, la cantidad de
veces en que podemos estar de acuerdo a la hora de enjuiciar los hechos que escupe
la pantalla. Siempre, en estos casos, me alegra íntimamente comprobar que este
acuerdo se debe, probablemente, al empeño y esfuerzo que tanto mi pareja como
yo hemos llevado a cabo durante años para transmitir a nuestros hijos una serie
de valores que consideramos importantes,
como son el respeto hacia los demás, la nobleza y la honestidad, el valor del
esfuerzo, el deber de desenmascarar la falsedad, y el de ayudar a las personas
que, en inferioridad de condiciones, lo necesiten…podría enumerar muchísimos
más, pero al fin y al cabo todo se reduce a un principio muy simple: ser
honesto contigo mismo y con los demás, en cualquier circunstancia.
Pues bien,
hoy, por primera vez en mucho tiempo, nuestra comida frente al televisor ha
estado envuelta de silencio.
Caso
Bárcenas. Lo peor de lo peor sale a la luz, pero todo indica que nadie va a
pagar por ello. El mayor chorizo del reino, ahora defendido por un ex juez
expulsado de la carrera judicial por prevaricación (dictar una resolución a
sabiendas de que es injusta), pone en marcha el ventilador pero no aporta
ninguna prueba, con lo cual es imposible condenar a nadie (y eso es lo que va a
pasar).
Caso Palau. El juez considera que Convergència Democràtica de Catalunya se lucró ilegalmente con 5 millones de euros provenientes de los tejemanejes entre Millet y Ferrovial, la empresa que también tiene un papel relevante en el caso Bárcenas y que construyó la autovía de Manresa, una obra cuestionada desde que se inauguró. El juez del caso Palau cita también a diversos políticos relevantes de la política catalana, y denuncia la complicidad de unas cuantas entidades financieras a la hora de entorpecer la investigación judicial. Millet y Montull, lejos de estar entre rejas aun habiendo robado (presuntamente) millones, siguen en casa gozando del aire acondicionado, único paliativo ante el calor que nos asola.
Caso Urdangarín: el duque ha declarado ante el juez que su socio Diego Torres, con quien presuntamente se ha agenciado de unos cuantos milloncejos de dinero público, ha mancillado su derecho al honor. A eso se le llama desviar la atención.
Caso Blesa: el CGPJ propone suspender y multar al juez del caso Blesa, Elpidio José Silva. Qué pena que a este chorizo, el Sr. Blesa, le tocase un juez poco diligente.
Y la historia sigue, y sigue, y sigue. Caso Caixa Catalunya: el exministro de Defensa y vicepresidente del gobierno con Felipe Gonález, Narcís Serra, ha dicho hoy en el Parlament, arropado por una corte de diputados socialistas, que él ns/nc de nada de nada, y que quien quiera saber, que busque en el diccionario el término “crisis”. Con un par.
Y para rematar: la OCDE augura una tasa de paro del 27,8% a finales del 2014 en España. Más de la mitad de este porcentaje corresponderá al paro juvenil. Desolador.
La comida, con el runrún de las noticias de fondo, se ha desarrollado en silencio. Ni mi hijo ni yo hemos sabido qué decir. A mí me parecía que todo lo que le había intentado inculcar durante sus primeros 20 años de vida no tenía demasiado sentido, visto lo visto. Y él, vete a saber qué pensaba. Seguramente, que sus progenitores son un par de jurásicos con buenas intenciones, y nada más. ¡Pero me resisto, me resisto a aceptarlo!
Caso Palau. El juez considera que Convergència Democràtica de Catalunya se lucró ilegalmente con 5 millones de euros provenientes de los tejemanejes entre Millet y Ferrovial, la empresa que también tiene un papel relevante en el caso Bárcenas y que construyó la autovía de Manresa, una obra cuestionada desde que se inauguró. El juez del caso Palau cita también a diversos políticos relevantes de la política catalana, y denuncia la complicidad de unas cuantas entidades financieras a la hora de entorpecer la investigación judicial. Millet y Montull, lejos de estar entre rejas aun habiendo robado (presuntamente) millones, siguen en casa gozando del aire acondicionado, único paliativo ante el calor que nos asola.
Caso Urdangarín: el duque ha declarado ante el juez que su socio Diego Torres, con quien presuntamente se ha agenciado de unos cuantos milloncejos de dinero público, ha mancillado su derecho al honor. A eso se le llama desviar la atención.
Caso Blesa: el CGPJ propone suspender y multar al juez del caso Blesa, Elpidio José Silva. Qué pena que a este chorizo, el Sr. Blesa, le tocase un juez poco diligente.
Y la historia sigue, y sigue, y sigue. Caso Caixa Catalunya: el exministro de Defensa y vicepresidente del gobierno con Felipe Gonález, Narcís Serra, ha dicho hoy en el Parlament, arropado por una corte de diputados socialistas, que él ns/nc de nada de nada, y que quien quiera saber, que busque en el diccionario el término “crisis”. Con un par.
Y para rematar: la OCDE augura una tasa de paro del 27,8% a finales del 2014 en España. Más de la mitad de este porcentaje corresponderá al paro juvenil. Desolador.
La comida, con el runrún de las noticias de fondo, se ha desarrollado en silencio. Ni mi hijo ni yo hemos sabido qué decir. A mí me parecía que todo lo que le había intentado inculcar durante sus primeros 20 años de vida no tenía demasiado sentido, visto lo visto. Y él, vete a saber qué pensaba. Seguramente, que sus progenitores son un par de jurásicos con buenas intenciones, y nada más. ¡Pero me resisto, me resisto a aceptarlo!
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