viernes, 18 de mayo de 2012
LOS QUE VAN A LA PESCADERÍA ESTÁN DE MAL HUMOR
Ayer fui a la pescadería del mercado de la Llibertat, en el barrio de Gracia de Barcelona. Me gusta este mercado sobretodo por su nombre y porque tiene unas cuantas paradas con producto de mucha calidad, como esta, que cada tarde, a las 7, recibe pescado fresco de la lonja. Compré marisco, y el precio me pareció excesivo porque lo comparé con el de la Boquería, donde había estado media hora antes. ¿Por qué no lo compré en la Boquería? Porque no pensé que la diferencia de precio sería tan grande, y porque me gusta ser fiel con las personas/negocios que me tratan bien. En vez de arrugarme y decirle a la pescadera que no le compraba porque venía de la Boquería y allí el precio de aquel manjar era mucho más barato, le dije: "Mira, vengo de la Boquería y el precio era un 30% más barato, pero enfin, ponme cuatro de estos. Un día es un día". Y ella me contestó: "¿Y qué celebramos?" Y yo: "Nada especial, simplemente que estamos vivos y tenemos salud". La pescadera se rió y, al pesar la mercancía, me descontó un par de euros por quilo.
Y luego me dijo que clientas con esta filosofía ya le quedan pocas y que, al contrario, el desánimo y el pesimismo cunden entre la parroquia. "Ayer fue un día muy raro", me dijo. "Todas las clientas venían con muy mal rollo, y la nube de malas vibraciones se instaló aquí durante toda la jornada. Al final del día casi tuve que regalar el atún, la cigala y el rape, porque sólo vendía rodajitas de merluza, sardina, "sonso" y perca. Nunca me había sucedido nada igual".
Lo que pasó fue que la clientela se desayunó con el pánico que inundó la bolsa; que escuchó en la radio que la prima de riesgo había superado los 500 puntos (aunque no tuviera ni idea de qué puñetas era la prima de riesgo, sabía que eso era una catástrofe); que un tal ministro de hacienda español nos mandaba, vía conferencia, a todos los catalanes a tomar per el saco; que Grecia, esa entelequia (mediática) compuesta de hombres y mujeres muy reales que lo están pasando tan mal que algunos incluso se suicidan (al igual que en Italia), no podía formar un gobierno capaz de tomar las riendas de su destino. Grecia, que antes era un país donde podías beber de las fuentes de nuestra civilización y visitar un sinfín de islas que te permitían gozar de los placeres más sencillos e infinitos (según me cuentan, ya que hasta la fecha nunca he estado allí), se ha convertido en el hombre del saco, en el coco de las antiguas fantasías infantiles reconvertidas hoy en los terrores nocturnos de ciudadanos europeos de toda condición; Grecia es hoy el monstruo que vendrá y te comerá, es la amenaza que invade nuestro sueño. ¿Pero quién ha convertido Grecia en esa amenaza? Los inversores alemanes de antaño que se encuentran con que sus inversiones codiciosas no valen nada, e intentan hacernos pagar (con sangre, sudor y lágrimas) a todos nosotros por su mala cabeza. Es injusto, injusto, injusto...
La pescadera de Gracia, sin saber nada de Grecia (Gracia, Grecia, aquí hay gato encerrado...), está sometida al síndrome que padece su clientela. El síndrome del miedo, de la precaución, de la contención extrema que nadie sabe si dará algún resultado. Esperemos, simplemente, que la pescadera siga teniendo de vez en cuando alguna clienta como yo, que solamente quiere celebrar la vida, y que no le venga un día de éstos alguien que, llevado por su anhelo suicida, le pida un pescado contaminado, rebosante de mercurio o de otra sustancia altamente tóxica, que le provoque una muerte no excesivamente lenta ni dolorosa que le libre, de una vez por todas, del coco que acecha sus sueños.
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