jueves, 14 de abril de 2011
EL BEL CANTO DE SOSTRES
Ayer asistí en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona a la representación de las óperas "Cavalleria rusticana" i "I pagliacci". No soy aficionada a la ópera porque me cansan mucho esos espectáculos que a veces duran 3 y 4 horas. Estas dos óperas, sin embargo, duran una hora cada una, más o menos, y la verdad es que son una delicia. Dos dramas de celos con su planteamiento, nudo y desenlace en una hora cada uno, pim, pam. Como comentábamos con mi acompañante: "Esto lo pone Wagner, y se nos hace de día".
En "Cavalleria", una señora descubre que su novio se la está pegando con una jovencita casada y, despechada, se lo cuenta al marido. El marido mata al novio, claro. Pero antes, cuando la señora le pide explicaciones a su novio y le suplica que no la abandone, no hace más que humillarse sin cesar y pedirle reiteradamente que la pegue, que la pegue, que seguramente se lo merece. En "I pagliacci", un payaso de feria ambulante descubre que su mujer (también feriante) le es infiel y, ante la negativa de ésta a revelarle el nombre del amante, la amenaza y no la apuñala de milagro porque se lo impiden los compañeros, pero no para hasta descubrir al amante y asestarle un navajazo.
Sentadita a oscuras en mi localidad del Liceu, escuchando aquella música y aquellas voces maravillosas, disfrutando de la puesta en escena y de todo lo demás, no dejaban de chocarme los subtítulos de las obras proyectados encima del escenario: "¡Pégame, pégame, es normal que la quieras a ella porque es guapa, joven, y yo estoy gorda; no merezco tu amor, sólo tu desprecio...", "Mala mujer, me estás engañando, voy a hundirte esta daga en tus entrañas...", "No la zurres, hombre, que la función está a punto de empezar y el público ha pagado por verla, ya le ajustarás las cuentas más tarde...". No son los subtítulos literales, naturalmente, pero esto era lo que decían. Es decir: un mensaje extremadamente incorrecto, en los tiempos que corren.
Incomodada, me preguntaba si era bueno transmitir de manera tan machacona este tipo de mensajes, que además se repiten en casi todas las óperas conocidas. Y llegué a la conclusión de que sí, de que deben permitirse, teniendo siempre en cuenta que se trata de un espectáculo, de una ficción, de unas obras escritas en el contexto de hace casi un par de siglos (por no hablar de las tragedias griegas, etc), cuando este tipo de pensamiento era lo más normal y aceptado. Es, además, una buena manera de darse cuenta de cómo ha evolucionado la sociedad y el rechazo del machismo extremo hasta nuestros días. Por eso es tan inaceptable y execrable el artículo de Salvador Sostres en El Mundo justificando que un tipo acuchillara a su novia embarazada al saber que la criatura no era suya. Porque Sostres, a quienes muchos conocemos por sus infamias y sus insultos en diferentes medios (vergüenza para ellos) desde hace años, escribe tal barbaridad en el día de hoy, no en el de hace 200 ó 2000 años, y no se trata de una ficción, sino que opina sobre hechos reales acaecidos en una sociedad que lucha contra la violencia de género y contra el sometimiento de la mujer.
Defiendo, pues, que podamos seguir viendo éstas y otras óperas maravillosas, aunque no estemos de acuerdo con los maltratadores y los asesinos, ni con las tontas que reclaman un tortazo para volverse más dulces y más sumisas y así conservar el amor del macho. No caigamos, por favor, en el ridículo de la editorial que, en Estados Unidos, ha reeditado la obra de Mark Twain sustituyendo las palabras "nigger" e "injun", claramente despectivas hacia ls personas de color y los nativos americanos, por "slave" e "indian", términos políticamente correctos; o el de las autoridades de salud pública de Barcelona que pretendían multar al musical "Hair"porque se fumaba en escena (por más que los responsables aseguraron que no se fumaba tabaco sino una mezcla de hierbas). Llevar a cabo estas acciones de censura en aras de lo que es políticamente correcto es absurdo y no sirve de nada. Sí serviría, en cambio, presionar (incluso legalmente) para que Salvador Sostres y los propietarios de los medios que le pagan reciban el castigo que se merecen por su enorme y dañina irresponsabilidad.
lunes, 11 de abril de 2011
YO VOTO, TÚ VOTAS, ÉL VOTA...
Ayer por la tarde fui a votar. Se celebraba en mi ciudad un referéndum no oficial ni vinculante sobre si nos gustaría o no que Catalunya fuera un país independiente. Regresé a primera hora de la tarde de pasar el día en el campo y decidí darme un garbeo e ir a votar. En vez de buscar la "mesa electoral" más cercana a mi domicilio, me desplacé al centro de la ciudad, a Las Ramblas, para disfrutar de la preciosa tarde y, de paso, respirar el ambiente que envolvía esta consulta que tantas ampollas y expectación ha levantado en el resto de España.
Aparqué el coche en Via Layetana y me fui andando hacia Las Ramblas, donde pensaba que estaba el punto de votación (pero estaba en el Ateneo, en la calle Canuda). Me iba cruzando con gente que volvía de depositar su voto, y oía retazos de las conversaciones que mantenían. La que me impactó más fue la de un señor que, cogido de la mano de su mujer, le decía con voz entrecortada: "¡Si lo hubiera visto mi padre! Él siempre soñó con vivir este momento." Un poco más adelante, una mujer joven le comentaba a su amiga: "A ver si de una vez por todas se dan cuenta en España de que estamos hartos de pagar sus facturas mientras a nosotros nos van zurrando".
No voy a entrar en la cuestión de fondo de si Catalunya debe ser independiente o no. Simplemente diré que, como catalana, me siento maltratada por el actual gobierno socialista, y, sobretodo, por los anteriores gobiernos del PP del señor Aznar. Y que lo que sí creo firmemente es que los ciudadanos tenemos todo el derecho del mundo a opinar sobre cómo queremos vivir. No entiendo tanto revuelo por esta consulta descafeinada; el revuelo debería armarse porque el referéndum no pueda hacerse, dentro de nuestra Constitución, de una forma legal.
La participación ha sido extraordinaria, teniendo en cuenta las circunstancias en que se ha realizado la consulta, y lo que más me ha gustado es que todo el asunto lo han llevado a cabo ciudadanos anónimos como usted o como yo, voluntarios que con poquísimos medios (y sin un euro de dinero público) han conseguido movilizar a un número elevado de vecinos que, alegremente, se han acercado a estas urnas improvisadas. Los organizadores han huído, en lo posible, del ruido mediático y la manipulación política, y ahora espero que los políticos no caigan en la tentación de manipular los resultados según su conveniencia. Los políticos tendrán ocasión, en dos días, de votar una resolución sobre el tema en el Parlamento, y allí está su espacio para pelearse y decírselo todo cara a cara. Pero a nosotros, los ciudadanos, que nos dejen tranquilos. Que nos dejen disfrutar del momento, de la satisfacción por cómo se ha desarrollado todo y de la alegría, o la emoción, que sentimos ayer por la tarde.
Un hijo mio ha cumplido hace un mes 18 años, y en las próximas elecciones municipales del 22 de Mayo no sabe si votará o no. Desconfía de los políticos. Ayer, cuando me iba a votar, le insté a que viniera conmigo y me dijo que no. Me quedé decepcionada, como lo estoy por ver que no le hace ilusión ir a votar el mes que viene, cuando podría ejercer su derecho legalmente por primera vez. Pero acto seguido, añadió: "Mamá, es que yo ya he votado". (En el referéndum de ayer se podía votar a partir de los 16 años, y ha habido urnas anticipadas repartidas por la ciudad durante dos meses).
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