Me encanta
la CNN. Sobretodo en casos de catástrofes, y muy especialmente si las
catástrofes se producen en los Estados Unidos. Cuando sucede algo así, me voy
corriendo a sintonizar la CNN, y puedo pasarme horas delante del televisor.
Hoy he
pasado buena parte del día mirando esta cadena. Vaya despliegue, amigos. A las
8 de la mañana de aquí, las 2 de la madrugada en New York, disponían de más de una
docena de reporteros sólo en la ciudad, pero me imagino que los equipos de soporte
serían muchos más. Me ha llamado la atención que la mayoría de estos reporteros
eran mujeres, y que, en muchos casos, no eran jovencitas de buen ver, sin más
ni más, sino que eran periodistas muy bien preparadas que manejaban el alud de
información con maestria y unas dotes de comunicación excelentes. ¿Y el look?
Pues estupendo: chubasqueros de alta gama e, invariablemente, gorras de béisbol
con el logo de la CNN para proteger sus cabellos. Moderno y cercano. Y se
movían con una soltura, dando paso a unos y a otros…
Ya fuera en
New York, o en New Jersey, que parece ser el estado más damnificado, de
momento, los reporteros a pie de calle daban sin cesar consejos útiles a los
afectados, entre los cuales destacaba la recomendación de
mandar mensajes de texto a los familiares y amigos que tuvieran en la zona del
desastre, detallándoles las últimas novedades, porque muchos de ellos se habrían quedado
sin electricidad (más de8 millones de hogares y comercios), y por tanto sin
televisión, radio, ordenadores…Pero, digo yo…un móvil también se carga con
electricidad, ¿no?
En New
Jersey, el gobernador, Chris Christie, ha dado una rueda de prensa a las 9 de
la mañana, hora local. Ha aparecido enfundando en un forro polar su inminente
obesidad, y flanqueado por 2 responsables de la administración estatal, un alto
cargo de la policía y un representante del ejército. Con voz muy ronca (fruto,
sin duda, de una noche complicada) ha hecho un repaso de la situación en aquel
momento (“never seen anything like it”) y de los esfuerzos realizados para
socorrer a los afectados. Ha hablado de la instalación de cocinas móviles
capaces de servir centenares, si no miles, de comidas a los ciudadanos; de la
colaboración con la Cruz Roja y con el Ejército de Salvación, y de los burros
más burros de la población, los que se han lanzado, aprovechando las estupendas
olas propiciadas por el huracán, a hacer surf. A éstos ha habido que rescatarlos,
privando así de rescate a personas seguramente más necesitadas, pero tengan por
seguro que su audacia se verá recompensada con una multa sustanciosa, porque
por aquellos lares no se andan con chiquitas y estas bromas se pagan muy caras.
¿Y en New
York City? Conozco bien la ciudad, he vivido en ella y en verdad me impresiona,
por ejemplo, que hayan cerrado a cal y canto el metro y casi todos los túneles
y puentes que la conectan con el extraradio. Esto no pasó ni siquiera después
del 11-S. Entonces sólo se cerraron algunas estaciones de metro del Lower
Manhattan, y los puentes se reabrieron al día siguiente del ataque. También se
han cerrado todos los aeropuertos, el servicio de trenes de cercanías…El
resultado es que millones de personas se encuentran atrapadas en sus casas, sin
poder acudir al trabajo, oyendo aullar el viento y viendo cómo el agua inunda
sus calles, muchas de ellas sin corriente eléctrica…Una de las peores
consecuencias del huracán ha sido un incendio devastador en Queens, que ha
devorado decenas de casas.
A mí me
quedan todavía muchos amigos en New York City, aunque algunos, al emparejarse y
tener hijos, se mudaron a los suburbios. A todos ellos les mandé ayer un
mesaje, interesándome por u estado. Las respuestas han sido variopintas,
aunque a todos ellos les ha acariciado el huracán, en mayor o menor
medida. Un amigo médico, profesor de la escuela de medicina de NYU y presidente
de escalera de un edificio en Tribeca, se quedó en casa para hacer frente a
posibles inundaciones y cortes de fluído eléctrico. Hoy he intentado contactar
de nuevo con él, sabiendo que el área donde reside es una de las más afectadas
de la ciudad, y no he obtenido respuesta. Pero he visto en la CNN que el centro
médico de NYU se ha tenido que evacuar durante la noche, bajando a 260
pacientes por las escaleras desde 9 pisos de altura, y la imagen que ilustraba
la noticia era la de una enternecedora mamá cuarentona con su bebé recién
nacido (un día tendremos que hablar de la edad media de las mujeres que paren
en NYC…). Otra amiga, Lola, estudiante de 25 años en la Parsons School of
Design, que alquila un piso sobre la calle 20 del East de Manhattan, ha
aprovechado para pasar la noche, a la luz de las velas, organizando una especie
de fiestecilla con sus colegas. Otra más, Marta, que trabaja en las Naciones
Unidas, me respondió ayer que estaba aburrida en casa con los dos niños, que no
tenían cole. Un gran cardiólogo de Mount Sinai, que trabaja con Valentín Fuster
y vive en las afueras, también se ha tenido que quedar en casa con los críos
mientras veía caer algunos árboles del vecindario y a la policía hacerse cargo
de la situación. Mi amigo chino que vive en Harlem, ni sabe ni contesta. Malcolm,
profesor de una escuela pública que vive en New Jersey, respondió a mi pregunta
sobre si se encontraba bien: “Sí. ¿Pero has visto el video del
funeral de mi padre que te mandé?” Está claro que unas cosas están por encima
de otras. Y Maureen, que trabaja en The Port
Authority of New York & New Jersey, el organismo que gestiona túneles, puentes, aeropuertos y tráfico en la ciudad y
en New Jersey, también está aislada en su apartamento de la calle 60 con la 9ª
avenida, preparándose para celebrar Halloween con algunos amigos.
Porque
mañana es Halloween, ahí es nada. Una de las fiestas más sagradas de nuestros
amigos estadounidenses. ¿Qué van a hacer, en NYC? Su desfile es el más
importante del país, pero, tal y como están la cosas, no creo que lo puedan
celebrar, aunque todavía no se ha dicho que lo vayan a suspender. Cuando a un
neoyorquino le clausuran el metro, los puentes y las autopistas; no le dejan
inyectarse su dosis diaria de workaholismo en las venas, y se ve obligado a
subir a pie unos cuantos pisos para encontrarse con que la cena se va a
celebrar a la luz de las velas, sin televisión ni nada, porque no hay luz, lo
mínimo que espera es que Halloween siga siendo Halloween, ¡por Dios!
La CNN, como
he dicho, es un refugio seguro para mí en caso de catástrofe. Y, ahora,
Facebook lo es para algunos centenares de millones de personas en todo el
mundo. Muchos de los afectados por el huracán “Sandy” siguen conectados a la
red. Y, como decía en un comentario un amigo del doctor de Mount Sinai, viendo
las fotos colgadas por su colega, de árboles caídos y policías pululando por su
estupendo suburbio: “But you still have Facebook. It’s not that bad”.